domingo, 28 de febrero de 2010

Carnaval de Barranco

Ayer sábado 27 de febrero se celebró el Carnaval de Barranco en la calle Cajamarca. Cientos de jóvenes, niños y adultos celebrando la vida en medio de agua, pintura, música, chelas y muy buena onda.
Me encontré con varios amigos que al igual que yo sacaron ese niño loco que todos llevamos dentro. Carnaval toda la vida!



Loco en el Carnaval de Barranco

Susana en el Carnaval de Barranco







sábado, 13 de febrero de 2010

Different Drum

Una de mis canciones favoritas cantada por la siempre linda Susanna Hoffs con el buen Matthew Sweet (sí, el mismo productor de Mikel Erentxun, y el mismo que contrataría de productor si un día grabo algo).
La voz de Susanna tiene algo especial, tiene un timbre medio arenoso y una melancólica dulzura que llega hondo. Y cantando esta canción (que es una canción de despedida) simplemente me mata, sobre todo en el minuto 1:19...
Pensar que ya tiene 52 y el video lo hizo con 48 años, wow!

Otro cuento

Tanto tiempo...Siempre fui dado a la melancolía, no por vocación de tristeza sino por que los recuerdos y las ausencias me asaltan y agarran desprevenido.

A Gustavo lo conocí desde que llegó a casa llorando en brazos de Carmela, su madre. Nació con los ojos abiertos contaban (Y si me decían que nació hablando lo hubiera creído sin lugar a dudas) y nació también con ese lunar en la palma izquierda de la mano, sello característico de los Aranda, familia que es mi familia.


Su llegada cambió la vida de la casa. La solemnidad a veces angustiante y los silencios a veces abrumadores que pesaban sobre esa enorme casa se transformaron en un ir y venir de visitas, de familiares, en una alegría que como inundación llegó incluso hasta las telarañas del ático, donde estoy seguro que arañitas e insectos celebraron a su manera el nacimiento.


Pero esa inmensa alegría que desbordó inicialmente la casa se fue transformando en una pena, en una tristeza q marchitó los ojos de Carmela, que llenó de angustia a Francisco. Gustavo nació con una de esas enfermedades que hacen pensar en la crueldad del azar, la irracionalidad del destino.


Los días pasaron y la fiesta se convirtió en silencio, pero ya no en el silencio solemne a la que estábamos acostumbrados sino en un silencio de pena contenida, de religión muerta. Lo único que podía hacer para ayudar era sentarme en el regazo de Francisco cada vez que se sentaba en su sillón y acompañarlo; aunque en esa época se podría decir que no se sentaba, se hundía buscando que el sillón se lo trague, y se quedaba inmóvil aguantando su tristeza hasta donde podía y entonces, luego de un rato, la pena lo vencía y yo sentía las gotas caer en mi espalda, lágrimas que ardían de pena...y un mudo sollozo.


Sólo había podido ver a Gustavito cada vez que lo llevaban al doctor. La entrada a su habitación (Que anteriormente había sido estudio de Francisco) me estaba prohibida, es más, mi propia permanencia en la casa estuvo amenazada. Así que la condición era que no entrara a verlo y mi lugar sería desde ese momento el jardín...por un tema que no entendía y nunca entenderé de defensas bajas, de pelos y de virus.


A Gustavito lo sentía como mi niño, y sentía la pena de Francisco y Carmela, sus padres, que también eran mis padres, como si fuera mi pena. Y me parecía muy injusto no poder verlo, no poder olerlo, no poder sentir su calor, su piel...no poder acurrucarme en él. Muchas veces mis intentos de ingresar terminaron en gritos y conmigo echado al jardín.


Hasta que la oportunidad de oro llegó. La madre de Carmela que había venido de visita dejó la ventana abierta en una de esas mañanas de verano en que el aire se resiste a correr. Yo en el jardín no lo pensé 2 veces y entré. Entré a ese mundo prohibido para mí: un mundo de tonos pastel, de inmaculada atmósfera, de calesitas en el techo, de Gustavito...de Gustavito!. Me acerqué despacito y con algo de miedo; y lo vi y él me vio. Me vi en sus enormes ojos...no se cuanto duró ese momento pero duró lo suficiente, que no es más ni menos. Al parecer él también esperaba ese encuentro por la forma en que me miraba. También me había visto cada vez que iba al doctor cuando en brazos de su madre cruzaba el jardín y yo me le quedaba viendo desde alguna rama de la higuera. Sentí que no le era ajeno, me veía con una mirada de habernos conocido pero nunca hablado, como un encuentro de 2 amigos que hacía mucho se perdieron y en su encuentro, luego del saludo, no saben por donde empezar a contarse su vida. Y Gustavito sonrió, acaso su primera sonrisa en mucho tiempo de tratamientos, hospital, doctores, inyecciones y de una sobredosis de pena que lo rodeaba. En eso entró Carmela...y carajo! lo único que hice fue salir por la ventana y escuché un grito inenarrable detrás de mí. Me escondí por 2 días hasta que Francisco con una lata de atún me buscó una noche.


Hoy, 16 años y algunos días después, estoy acurrucado en el regazo de Gustavito, ya no podría dar el salto olímpico que dí ese día que nos presentamos, pero las miradas siguen. Gustavito, mi hermano, mi mejor amigo me rasca debajo de la mandíbula. Mis ronronéos son casi imperceptibles ahora, estoy viejo pero contento. Mi Gustavito se va a estudiar lejos, a un país que no logro divisar desde lo alto de la higuera y los 2 sabemos que no nos vamos a volver a ver cuando él regrese.

Francisco lo llama con el auto encendido ya, Gustavito me baja...y me da esa mirada, esa exacta mirada con la que nos conocimos. Esa mirada que bien puede decir hola y ahora me dice adios, un adios que esta vez ya no es una dulce promesa de volver a vernos, pero sigue siendo una mirada que me dice cuanto me quiere. Sale hacia la cochera y yo subo a la higuera, después de mucho tiempo de no poder hacerlo, a ver como se va el auto, y se va, se va volviendo chiquito el auto mientras se aleja por la calle que da a la avenida. Se va mi niño.

El gato nube

Era un día de noviembre del 2006, yo estaba yendo de Manaus a Tabatinga por el Amazonas, y en eso veo una nube gato que seguía el curso del rio. La nube estaba buscando algo al parecer...o quizá sólo curioseando. Anteayer escribí un cuento sobre la nube gato/gato nube



En el tiempo en que los dioses solían revolotear entre la selva, Majiña fue al rio a bañarse muy temprano, y escuchó un ruido que no identificaba, era como el llanto de un bebé. Se acercó lento al lugar de donde venía ese llanto y encontró a un gatito de apenas días de nacido, ella pensó que era un otorongo muy chiquito al que su mamá seguro abandonó porque estaba hechizado. Nadie nunca supo como llegó ahí (no hay gatos en la selva), lo recogió, lo limpió, le curó los parásitos que lo tenían flaquito flaquito...casi muerto de delgadez, y se hicieron muy amigos; ella jugaba con él, y él se amermelaba en caricias, en ronroneos. La buscaba siempre para demostrarle su amor y así pasaban todo el día juntos.

Pero un día ella se marchó para casarse con un muchacho de otra tribu...y se fue muy lejos. A Minico (así le pusieron al gatito) lo dejaron con los hermanos menores, pero él extrañaba mucho a su princesa, la buscaba entre las chozas, entre los árboles, se paraba a la orilla del rio con la espranza de que regrese. Un día se escapó para ir a buscarla. Pasó 3 días perdido en la selva, comiendo algún pajarito distraído para no morir de hambre...pero sin saber dónde ir. Lloraba y lloraba por su princesa perdida.

Un hada de esas que habitan en los árboles se compadeció de Minico, bajó y le preguntó que quería, él le dijo: Quiero llegar a dónde está mi princesa...El hada le dijo que ella ya estaba a muchos días de viaje, que la única manera era volando, pero no podía convertirlo en ave. Lo que podía hacer era convertirlo en nube...y él aceptó.

Y así sucedió...Minico se convirtió en una nube, que viajó por el Amazonas llevada por los vientos amigos que le dijeron donde estaba Majiña, y a las pocas horas llegó a la aldea donde estaba su princesa. Pero ella estaba ya casándose...Minico quiso desesperadamente bajar, pero no podía, él era ahora una nube condenada a viajar en el aíre,entonces se revoloteó, y luchó...y en la aldea sintieron un aire frío,y entonces una lluvia se desató. Minico convertido en lluvia caía y besaba la piel de su princesa, bajaba por sus cabellos y la acariciaba por última vez. Desapareció feliz y se unió al río que baña las orillas de la aldea donde vive ahora su amada. Y todas las mañanas que ella va a bañarse Minico es feliz…

viernes, 5 de febrero de 2010

Vuelo de colores con fondo gris

Este es un post invernal, que casi se va al olvido



Ayer amanecí con el estómago casi en llamas por la gastritis, tenía harta chamba, el día estaba gris y frio (el invierno limeño recobró su personalidad) y los poderes mágicos de la estrella floral no despertaron al sol. Con el transcurso del día se me fue pasando el ardor estomacal. Además era día de vuelo, día de verla a ella.

Llegué al parque Gandhi en San Isidro antes que ella como siempre. Aeromodelistas, unos chicos fumando hierba, gente corriendo, gente con sus perros...y un par de parapentistas.

Llegó ella, linda, suave...no dimos esos tímidos besos de media luna que solemos darnos en lugares público. Lo ubicamos a Fredy (el parepentista con el que ella había coordinado) y a empezar el vuelo.

Ella fue la primera, no mostró miedo. Arnés, casco, unas cuantas instrucciones..y a volar.



Luego mi turno, y aunque la fuerza del aire había bajado y no pudimos remontar mucho la experiencia fue alucinante...el vacio abajo de uno, la increible sensación de volar, la libertad y el vertigo...Se me vino a la mente aquel sueño recurrente de niño en el que vuelo, y que cada vez que visito Marcahuasi y me paro al filo del abismo se me viene peligrosamente a la cabeza...en ese momento volar era una realidad.



Luego bajar, besarla a ella, caminar un ratito con los silencios de costumbre..despedirla hasta la noche

La vida en fotos

Ayer me puse a revisar un álbum de fotos de mi hermana, y había una muy especial, tomada el 7 de febrero de 1979, ya van a ser 31 años de esa foto. Recuerdo el día soleado, recuerdo el patio de mi casa antigua de Miraflores, recuerdo a mi mamá diciendo que tenga cuidado con mi hermanita (de 1 semana de nacida), la Noemí recien nacida.
El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos...