viernes, 28 de mayo de 2010

El sol otoñal

Noche de insomio conjugada con una penita rondante que en la mañana se metió acacito junto al corazón, soprendiendo al somnoliento vigilante de penas.
Y la penita se puso a conversar con otra penita que anda por ahí agazapada desde hace un buen tiempo y la depertó, y ahora tengo 2 penitas dentro mio que conversan alegremente, desenfrenadamente, mientras el somnoliento guachimán coronario hace esfuerzos inútiles por acallarlas.
Penita 2 (la que entró en la mañana): Q haces ahí Penita 1?
Penita 1: Pues acá, descansando hasta hace un ratito hasta que te acercaste...y tú? a q pena debes tu existencia?
Penita 2: Pues a bla bla bla....
Penita 1: Ah mira, que te parece si te quedas un rato y juntamos fuerzas.

Lo curioso es que son penas que nacieron en situaciones antagónicas, una dentro de una imposible posibilidad y la otra dentro de una posibilidad tanteable que se llena de imposibilidades. Y así se armó una pequeño consorcio de penas jodientes que se complementan. Quizá el sol otoñal ayude a disiparlas, tal vez el dormir un poco me haga olvidarlas. Son penas tontas, pero que manera de joder que tienen!!!

miércoles, 12 de mayo de 2010

La historia sin fin

Hoy me vino a la mente Bastian en montado en Falcor (el dragón perro hotdog peludo) volando sobre Fantasía, con Atreyu cabalgando...y la princesa rogando por salvar a Fantasía de La Nada. Demasiado buena esta película, tanto así que me acordé de todos los nombres 26 años después.
Y la canción de la película no podía ser menos buena!

lunes, 10 de mayo de 2010

Todo sobre mi madre



La conozco hace 35 años, y siempre ha sido difícil la relación...a pesar de mis intentos. La quiero (y mucho) y me cuesta tanto demostrárselo; debe ser por la también poca demostración de afecto que siempre ha tenido, por su nula paciencia para conmigo (y yo que soy como el Chavo), debe ser por lo complejo que soy muchas veces en mis afectos.
Ayer fue un día de la madre en el que me esforcé, pero ella hizo lo que sabe hacer para que mis esfuerzos sean casi inútiles. Felizmente estaba la Susanita que ayudó a que el almuerzo se llevara de manera más amena y fluida.
Espero algún día esucuchar un te quiero hijo de mi madre (uno así sin motivo, espotáneo) y podérselo devolver.

viernes, 7 de mayo de 2010

Cuento II

La última vez que la había visto a Mariana ella estaba gritando, y su padre me estaba correteando por toda la calle. A los 16 años felizmente se puede correr bastante rápido, sobretodo si es por la propia vida. Desde ese día quedé vetado en el barrio de Mariana. No existía celular, ni email, no tenía la dirección de alguna de sus amigas para mandarle algún recado. El tiempo, y debo ser sincero, algo de cobardía, hizo que mi corazón y vida buscaran otros rumbos.

La vida continuó su curso, pero Mariana siempre estuvo guardada en un rincón de mi corazón, agazapada, despertándose a veces. Fue el primer amor de mi vida, y extrañamente nunca la besé. Estudié, trabajé, pasaron los años, viajé mucho, gane mucho dinero y perdí más aún, y siguiendo los caminos de mi vida terminé de mozo en una cebichería de Punta Sal. Con lo que ganaba me pagaba un pequeño cuarto y aseguraba la comida y las cervezas en mis días libres. Estaba ahí más por buscar una paz que me había sido esquiva en medio de la tropelía en la que se había convertido mi vida más que por necesidad de trabajo.

Hasta que un jueves de marzo llegó ella, 15 años después la pude reconocer a distancia. Tenía ahora una belleza más madura, más definida, su cuerpo ya no era el de una niña que quiere ser mujer, sino el de una mujer plena. Ya no tenía los brackets en los dientes que hacían su sonrisa tan graciosa por aquellos lúdicos días de los 80s. Mi corazón alteró su pulso, y luego del shock inicial, siguió otro pequeño (y acaso esperado) shock, estaba casada, con 2 hermosos niños.

A Eduardo le tocaba atender esa mesa, pero le pedí que yo la iba atender, Eduardo se negó en principio, porque al ver la lujosa camioneta en la que habían llegado aquellos comensales no quería perderse la suculenta propina que probablemente le tocaría. Le dije que la propina iba a ser para él y aceptó. Tomé aire, y me acerqué a la mesa, temblando por dentro pero firme por fuera. Los saludé y me saludaron, y sospeché que debí haber cambiado mucho en estos años porque Mariana no reaccionó, mandó un seco saludo de cortesía y siguió buscando en su cartera sus lentes de sol. Les dejé las cartas, y luego de un rato su esposo me llamó para tomar el pedido: Cebiche de conchas negras, tiradito de 3 colores, un mero al ajillo, 1 cerveza y 2 limonadas frozen.

No dejaron mucha propina, algo que Eduardo no se creyó y me reclamó toda la tarde por la parte que faltaba, y yo no lo escuchaba, mi mente estaba en ella. Pensé que de seguro se quedarían en Punta Sal unos días, y así fue. La veía pasar desde el restaurante por la playa jugando con sus hijos de día, no la vi ninguna noche, a pesar de que Punta Sal es muy pequeño y me la recorrí en bicicleta innumerables veces al salir de trabajar.

Hasta que al tercer día (mi día libre!!!) la encontré caminando sola en la playa, descalza, con una falda corta y el cabello al viento. Corrí, con aquella velocidad de hace 15 años en las que corrí por mi vida. Me paré paré en seco a medio metro detrás de ella, y volteó la cabeza (Debe haber sido la vuelta de cabeza más bella que he visto en mi vida) y antes que yo pudiera presentarme, antes que yo reaccionara, ella me dijo “Hola Gustavo, Cómo has estado?” , me quedé un instante mudo, Hey me recordaba!! Y se me cruzaron mil respuestas, mil ideas por la cabeza, y el corazón se me arremolinaba y se me quería salir del pecho..le contesté con un lento pero decidido “Quieres pasear?” Y preparándome para un “no”, o para un “mi esposo me espera” ella me sorprendió nuevamente con un “Si”, un sí corto, profundo..un sí que me iluminó por dentro.

Saqué el bote y la invité a subir, el mar estaba tranquilo, así que pude remar si problemas a una distancia considerable de la orilla. Estaba sentado frente suyo...conversándole…de mi pasión por el mar, de mi disfrute del silencio, de los detalles menos escabrosos de mi vida..Hubiera dado lo que sea por tener mi guitarra, pero hacía 2 semanas la había cambiado por ese viejo bote. Ella me contó parte de su vida, su esposo y sus hijos estaban en Máncora recogiendo a unos primos.

Hablamos de sueños, de ilusiones, que de alguna manera seguían siendo los mismas para ella y que para mi cambiaron mucho...Hasta que llegó un momento en que ya no era necesario hablar, el silencio fue siempre una manera de conversar entre nosotros cuando salíamos hace 15 años, algo extraño en adolescentes. El viento hacía volar sus cabellos...y la brisa del mar no solo traía sal sino una dulzura que emanaba de ella, de su calida y entrañable presencia.

La miraba a los ojos y era como entrar en ellos, como perderme, como si ese instante durara una dulce eternidad, trataba de decirte mil cosas en silencio y entonces eran las miradas las que completaban las frases...Y en un instante todo el universo se contrajo a ese minúsculo punto del Pacifico donde estábamos Mariana y yo...donde no hay tiempos, no hay distancias, donde un silencio basta...donde una mirada puede contener todo lo dicho desde que algún dios decidió hacer bang y crear todo lo que esta a nuestro alrededor..

Y la besé..